La conservación más efectiva es la que nace de la propia comunidad. Esta estrategia se centra en fortalecer nuestra capacidad colectiva para vigilar y asegurar el aprovechamiento racional de los recursos naturales, tanto en el territorio comunitario como en nuestras Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVC). Se trata de pasar de ser espectadores a ser los protagonistas activos en la protección de nuestro patrimonio, desarrollando las herramientas y el conocimiento para que seamos nosotros mismos quienes garanticemos un futuro sostenible.
El pilar de esta estrategia es el fortalecimiento de nuestro capital humano. A través de capacitaciones, desarrollaremos las habilidades necesarias para llevar a cabo una supervisión efectiva, creando y utilizando bitácoras para el registro de incidentes y el monitoreo de nuestros recursos. Este conocimiento nos permitirá tomar decisiones informadas y actuar de manera coordinada ante cualquier riesgo, convirtiendo la vigilancia en una tarea técnica y organizada.
Para que esta supervisión sea eficiente, es indispensable planificarla. Trabajaremos de forma colectiva en la definición de rutas de vigilancia terrestre, utilizando mapas comunitarios para identificar puntos clave y áreas prioritarias. Este ejercicio no solo nos dará un plan de acción claro, sino que también fortalecerá nuestro conocimiento y conexión con el territorio. Al organizar comités y brigadas de voluntarios, especialmente integrando a mujeres y jóvenes, aseguramos que la responsabilidad del cuidado sea compartida y que la protección de nuestros recursos sea un compromiso de todos.