Nuestra relación con la tierra es la base de nuestro sustento. Por ello, esta estrategia se enfoca en asegurar que nuestras actividades agropecuarias se realicen de manera consciente y sostenible, garantizando el aprovechamiento racional de los recursos naturales para el bienestar de las generaciones presentes y futuras. El objetivo es transitar hacia prácticas que no solo nutran a nuestras familias, sino que también regeneren y protejan el entorno del que todos dependemos.
Para lograrlo, es fundamental fomentar la acción colectiva. La protección de nuestros cultivos y semillas locales es una responsabilidad compartida que fortaleceremos mediante la organización comunitaria. Se impulsará la creación de sistemas de registro de incidentes, donde la propia comunidad se convierta en la guardiana activa de sus recursos, documentando y respondiendo a las presiones que enfrenta nuestro territorio. Este sentido de pertenencia y cuidado mutuo es el pilar de una gestión verdaderamente comunitaria.
El conocimiento es la herramienta más poderosa para el cambio. Por ello, se implementarán programas de capacitación enfocados en temas prácticos como la elaboración de bioinsumos, técnicas para la conservación de semillas y la creación de espacios para su intercambio. Al fortalecer nuestras capacidades, no solo mejoramos las cosechas actuales, sino que también abrimos la puerta a la diversificación, recuperando especies nativas con alto valor para generar nuevas oportunidades y reafirmar nuestra soberanía alimentaria.